Durante los años en que estuve trabajando como periodista en un medio de comunicación apenas salí del estudio. Tiene mucho que ver con el tipo de proyectos y de responsabilidad, pero también hay algo de inercia en todo ello. Es algo que he hablado con otros compañeros... Los veteranos se quejan de que ahora se “pisa poco la calle” y yo no sé si los que llegamos más tarde ya lo hicimos amodorrados o es que la cultura de enviar mails en lugar de tocar al timbre ha podido con (casi) todos.
El tema es que estas últimas semanas he viajado mucho por trabajo. He danzado entre trenes y buses con mi kit básico de podcaster y ahora me siento preparada para integrar un focus group que compare los servicios entre Renfe, Iryo y Ouigo.
En total han sido 14 entrevistas, es decir, un satisfactorio atracón de grabaciones que me ha servido para reencontrarme con la producción de campo, practicar mis habilidades sociales (ups) y, sobre todo, estar cerca de la grabadora.
El texto de hoy y el de dentro de dos semanas irán en este sentido: lo que pasa cuando sales ahí fuera para contar una historia y lo que puede ocurrirte después, cuando la dejas plasmada en un documento de Word. No voy a dar los típicos consejos de “lleva pilas de repuesto” (aunque sí: lleva pilas de repuesto), esto es más bien una mezcla de diario de viaje, crónica impresionista, lista de notas sueltas y reflexiones más o menos ordenadas. Una forma de tomar apuntes y sacar conclusiones de esta experiencia para que no se me olvide lo aprendido y lo que he recordado.
Si eres oyente de pódcast (narrativos), espero que esto te descubra la trastienda de lo que sucede bastante antes de que nos pongamos delante del micro para locutar el guion final. Y si eres creador, qué decirte… Seguro que mucho de esto te suena.

“Quizá más adelante, ahora no voy a poder atenderte”
Lo primero-primerísimo que toca hacer cuando crees haber encontrado una historia y has localizado a la persona protagonista (teclear su nombre en Google o buscarla en redes es un primer paso, pero muchas veces se necesitan unos cuantos más) es contarle quién eres y qué quieres de ella. Ahí es cuando escribes (o llamas) y explicas, aclaras, propones…
Pero claro, preguntarle a una persona si querría —si podría— compartir su vida, también es arriesgarte a recibir un “no”. Me han caído unos cuantos y el truco es no tomarlos como algo personal. Sobre todo porque es comprensible: un día te llama un número desconocido, se presenta como una productora de no sé qué y te dice si la semana que viene puede pasarse por tu casa a hacerte una entrevista de hora y media y preguntarte detallitos sobre tu vida. Quizá a nosotros también nos saldría decir que no…
Cuando esa ha sido la respuesta, he prestado mucha atención a las razones. Hay algunas que revelan algo de miedo y desconfianza; otras que son un “no” momentáneo pero que dentro de un tiempo quizá sean un “sí”; y luego está esa negación en mayúsculas e incrustada en un letrero luminoso que te enfoca directamente a los ojos. Se puede repreguntar, intentar matizar pero a veces también toca encajarlo y seguir adelante. No todo el mundo querrá hablar.
Pero cuando te dicen que sí…, ¡cuando te dicen que sí!
A partir de entonces, el proceso nunca es igual, cada persona requiere sus tiempos. En algunas conversaciones previas he tenido que explicar lo que es un pódcast, mientras que en otras he podido hablar de “puntos de giro” y “tensión dramática”, como si aquello fuera una charla de guionista a guionista (en realidad lo era, resulta que mi entrevistado también había sido escritor).
A veces el trámite de cerrar una entrevista ha sido muy rápido (he llegado a confirmar el día y la hora con un emoji de Whatsapp), y otras veces me he enfrentado a semanas de espera y a mensajes en modo recordatorio que parecía que nadie estaba leyendo… Hasta que llega la respuesta y entonces coges la mochila.
El cuestionario como mapa, no como jaula
Hace unas semanas Juan Sebastián Serrano explicaba que en La No Ficción no suelen trabajar con escaletas previas. Entiendo sus motivos pero, quizá porque me he encontrado más de una vez editando guiones donde el conflicto era una línea y media, necesito hacer una primera prospección de la historia.
Saber de qué estamos hablando, qué pasó y para cuánto da.
Llámalo cronología, resumen o apuntes de la preentrevista. Es una primera aproximación que también me sirve para detectar lagunas y enfocar la documentación sobre el tema o la persona.
Así que, aunque cada vez me siento más cómoda en las entrevistas, el siguiente paso de esta cadena nunca me lo salto: escribir el cuestionario. Puede que luego lo siga más o menos, pero dejar las preguntas por escrito me ayuda a preparar el encuentro. Se quedan en el papel y, al mismo tiempo, también en mi cabeza.
Uno tiende a pensar que estructurar un cuestionario añade rigidez a la historia, pero para mí tiene el efecto contrario: me permite imaginar posibilidades, pensar en el antes y en el después de lo que ocurrió, ir más allá y abrir otras puertas.
¿Algo diferente que me ha ocurrido esta vez? He entrevistado a estas personas para tres proyectos distintos: dos narrativos y uno que combinaría partes narradas y partes conversadas. Para este último, tuve que estructurar el cuestionario con otro enfoque y me acordé de lo que Yowei Shaw explicaba acerca de la charla narrativa y del arco dramático que puede tener una buena conversación… Mmm, qué difícil conseguirlo. Y qué difícil también preguntar sabiendo que tooodas tus intervenciones se montarán.
El salón es el nuevo estudio
Durante esas semanas he grabado en oficinas, en salitas de hotel, en platós vacíos, en una iglesia y en unas cuantas casas: salones, sótanos, despachos... Es cierto que nada sonará tan bien como un estudio con sus buenos micros y sus puertas insonorizadas, pero quiero pensar que la intimidad de esos espacios se habrá colado en las conversaciones.
Además, ¡qué poco nos fijamos en todo lo que cuenta nuestra casa de nosotros! Un simple vistazo a ese salón en el que te han citado ya te dice mucho sobre la persona con la que estás a punto de hablar. Ser observadora es fijarse en esos detalles pero también en otros que no son visibles. Estos días me ha gustado mucho ir entendiendo mejor las claves de la situación, el estado de ánimo, y de cómo y por qué iba cambiando…
Me explico:
No he hecho ninguna entrevista en la que todo —absolutamente todo— saliera como yo tenía previsto. Ninguna. Antes, esa posibilidad de no tener el control me ponía nerviosa; ahora, después de los escenarios tan distintos que me he encontrado en estos viajes, siento que ya sé surfear la ola. Imprevistos ha habido muchos:
-Que alguien llame a tu entrevistado al móvil para darle una mala noticia y, como tiene el altavoz puesto, te enteres de todo. Incomodidad máxima.
-Que reces por encontrarte con una casa silenciosa y al llegar descubras que han organizado un shooting con una actriz de moda en el balcón. Mucho glamour, poco silencio.
-Que tu entrevistado se haya olvidado de que hoy venía un arquitecto para planificar su reforma y asistes al debate de si tirar o no esa pared de la cocina. Difícil decisión.
-Que en una conversación a tres alguien acapare el turno de palabra y pienses en la asertividad de Ana Pastor para resolver el percal. Ehhh…
-Que se te humedecen los ojos en un momento poco oportuno y te prometas no llorar delante del entrevistado (“Andrea, ¡¡no!!”).
-Que te pases toda la entrevista haciéndole cariñitos al gato / perro (me ha pasado con los dos) porque es la única forma de que se esté quieto y no olfatee los micros o arañe la puerta.
…Situaciones más graciosas o más chocantes, pero todas confirman que no hay nada como el encuentro presencial.
La segunda escucha
Después de estas idas y venidas llegas a tu casa, vuelcas el material, haces copias de seguridad, le das al botón de transcribir y ahí está lo grabado. Lo recuerdes o no… Cortes que en su momento te parecieron perfectos ahora son un tanto decepcionantes; preguntas que vuelves a escuchar y son un recordatorio de lo mucho que te enrollas a veces; o intervenciones que habías pasado por alto y que brindan una nueva idea. También está esa frase que ya en la entrevista te pareció el entrecomillado final y ahora tu intuición queda confirmada. A veces pasa 💞
En fin, ir seleccionando, descartando, probando… Nunca he sentido miedo a la página en blanco porque no empiezo sola: siempre arranco con las voces. Extracto aquí, extracto allá, se va formando un coro que te irá pidiendo una intro u otra, un ritmo u otro.
¿Qué ocurre después cuando ya debe entrar la voz que narre? Dentro de dos domingos hablamos de escribir.
Premios y festivales
Hay novedades sobre los dos grandes festivales que se celebran en Madrid. La cuarta edición de Estación Podcast ya está a la vuelta de la esquina, arranca el próximo 20 de mayo. Y Podcast Days ha abierto el periodo de inscripción para sus premios: se aceptan candidaturas hasta el 26 de mayo.
José Antonio Gelado ha recopilado en este listado los concursos de pódcast en español. Es un recurso muy útil para tener a mano y no perderse convocatorias.
Dos pódcast galardonados que tengo en la cola de reproducción: In The Dark se ha llevado el Pulitzer esta semana y Necesito respirar: La vida de Jorge González ha sido premiado en los Digital Media Awards Worldwide 2025.
El 11 de enero de 2026 en la gala de los Globos de Oro se hablará de la mejor actriz, el mejor actor, la mejor película… y, tal y como se ha anunciado, también del mejor pódcast (!).
A la escucha del mundo
Si el jueves a eso de las 20h te hubieras asomado a la calle Zurbarán de Madrid, en el jardín del Goethe-Institut habrías visto a una mujer que caminaba y golpeaba dos tubos de madera y a un extenso grupo de personas que la seguían en silencio. Yo era una de ellas y desde fuera no sé si parecíamos una procesión o directamente una secta.
¿Qué más hicimos? Pues amplificar nuestras orejas para notar cómo varía la intensidad del sonido; hablar de la psicoacústica y de por qué lo que escuchamos tiene que ver con lo que ya hemos vivido; descubrir que las escobas pueden ser instrumentos musicales que sigan una partitura y celebrar un concierto con hojas de papel. La verdad es que fue muy divertido. La sensibilidad de katrinem y Sam Auinger, los artistas sonoros que estaban al frente de esta “conferencia performativa”, puso en evidencia la poca atención que prestamos al sonido en el día a día. La actividad estaba dentro del programa Escuchas situadas de La Casa Encendida, que continúa con más talleres y conferencias en los próximos días.
Ronda de recomendaciones
Cuando leí que regresaba La Segunda Muerte del Dios Punk volví a su primera temporada para escucharla del tirón y refrescar la memoria. Este pódcast argentino está formado diez episodios muy breves (¿demasiado breves?) donde nos cuentan la historia de Javier Messina, un joven músico acusado, supuestamente, de drogar a una chica en un autobús. A partir de aquel suceso, se viralizaron audios y testimonios, se desató un escarnio público y esa cancelación social trajo graves consecuencias. En la segunda temporada darán un salto al pasado para contarnos cómo Javier se convirtió en Dios Punk.
También ha vuelto Las cosmos, el proyecto de Nuria Net sobre la comunidad latina en el mundo. La primera charla la protagoniza la actriz Laura Gómez, narradora del pódcast Corinna y el Rey (en su día las dos estuvieron en Estación Pódcast dando una charla sobre él) y también conductora de ¡Baraja eso!, expresión dominicana que no conocía y que ya me guardo (algo así como pasar página).
“Cuando tenía quince años, decidí matar a alguien”. No siempre escucho The Interview, pero este episodio con el escritor Ocean Vuong es de los intensos. Si escuchas los primeros cinco minutos, vas a necesitar terminarlo: a las reflexiones clarividentes y poéticas sobre el comportamiento humano se le suman varias revelaciones personales ante las que el periodista no puede evitar reaccionar (“Oh my God!”).
Por casualidad me he encontrado una voz hablando del mismo tema en dos formatos distintos. Sean Cole es productor en This American Life y, dos años después del fallecimiento de su madre, publicó una pieza titulada Call Me Maybe dentro de uno de los episodios del programa. ¿Qué decirte a estas alturas? Es el estilo que reconocemos enseguida: narración pulida, tono amable y reposado, estructura eficaz. Funciona como un reloj.
Sean también habla del duelo y la muerte en Pen Pals (de Poetry Off The Shelf) pero el planteamiento no tiene nada que ver. Aquí se intercambia notas de voz con Helena de Groot —ambos poetas— para hablar de esa sensación de orfandad cuando los padres mueren. El formato es crudo, íntimo, directo, como si nos hubiéramos colado en su chat de Whatsapp y en sus pensamientos… Helena lo explica muy bien: quien te manda una nota de voz está hablando contigo pero también consigo mismo, “es como estar dentro de su cabeza”.
Por último, algo meta. What's a Podcast?: The Revolution Redefined son tres capítulos donde se cuenta la historia del podcasting, desde aquellos primeros aires de libertad con la distribución RSS y el espíritu DIY (Do It Yourself) hasta llegar a este presente incierto en el que la definición de qué es un pódcast (¿audio, vídeo, las dos cosas?) no está nada clara. Se mencionan nuevos términos como simulcastear, por ejemplo, y también se habla de conceptos que van más allá de lo semántico: la democratización, la independencia, la multiplataformización y la falta de estadísticas. No esperes conclusiones definitivas pero el debate es interesante. Ahí va una pregunta:
Y para terminar…
Hablamos poco de la labor de programación. Supongo que, a primera vista, parece que no tiene que ver con el podcasting, pero lo cierto es que armar una temporada —elegir historias, combinarlas, ordenarlas— también es programar. Piensa en pódcast como Radio Ambulante, Fuera del radar o Hechos reales: ¿por qué esos episodios y no otros? ¿Qué cuentan en conjunto, más allá de lo que dice cada uno por separado?
Las historias seleccionadas deben compartir un hilo común que dé identidad al proyecto. Pero también hay que compensar tonos, evitar redundancias, sorprender, cuidar los cierres... En esta charla organizada por la Fundación Juan March, varios programadores culturales (de música, arte, conferencias…) explican la forma en la que entienden su oficio. Me quedo con una definición que nos viene al pelo: “Programar es diseñar un itinerario de escucha”.
Como me estás leyendo, raro será que no conozcas Audiogen. La semana pasada los compañeros de esta newsletter me invitaron a participar en su boletín, ¡muchas gracias! :)
Nos leemos dentro de dos domingos con la segunda parte de este texto,
Andrea
¿Quieres sugerirme algún pódcast o que aborde algún tema? Ponte en contacto conmigo. Puedes escribirme a: puntodeescucha@substack.com
Gracias Andrea por la recomendación. Somos muy fans de Punto de Escucha