El otro día me acerqué a la presentación de un libro que se publicó hace años y que ahora otra editorial ha decidido reeditar. La periodista que ejercía de moderadora explicó que esta era la primera vez que volvía a leer un libro y después pasó a contarnos lo que le había llamado la atención de esta segunda lectura.
Su comentario me sorprendió. Daba por sentado que, por una cosa o por otra, es relativamente normal que de vez en cuando se vuelva a un libro, aunque sea para un repaso en diagonal, para una buscar una frase concreta que te hace reengancharte o para dejarte guiar por lo que subrayaste hace años y que ahora son apuntes que parecen pertenecer a otra persona. Luego caí en que los periodistas culturales estarán enterrados en tantas novedades que quizá no se pueden permitir el lujo de regresar a lo ya conocido. Seguro que en su mesa de trabajo les esperan varios libros por estrenar. Menudo agobio.
Eso en cuanto a la lectura, vale, pero en el audiovisual hace ya años que convivimos con la comfort TV: los catálogos de las plataformas han sabido construirse un buen fondo de armario, infalible para esas noches que te pillan con la guardia baja y que decides entregarte a una película irrenunciable o a aquel episodio de The Office que nunca dejará de hacerte gracia. ¡Y qué decir de la música! Pocos placeres como ponerse esa canción en bucle y aislarte del mundo durante 2 minutos y 45 segundos más.
Pero… ¿y el audio? ¿Son los podcasts un lugar al que volver? ¿Había vuelto yo a escuchar alguno? Y de ser así, ¿qué me había llevado a ello? Tiré de memoria y armé una primera lista un tanto errática con escuchas repetidas por cuestiones de trabajo y docencia. Dejé fuera esos episodios autoproducidos que acabas conociendo al dedillo y algún que otro podcast seriado que hubo que analizar con lápiz y papel. Tras esa implacable criba, esto es lo que apareció.
#16 Rob, Heavyweight
Creo que este es el primer episodio de Heavyweight que escuché y el que me hizo desarrollar una pequeña Goldstein obsession por culpa de la cual durante un tiempo solo quería escuchar, leer y googlear todo lo que este buen hombre ha producido. Esta fijación por Jonathan Goldstein -un trastorno totalmente autodiagnosticado, pero con síntomas científicos- se cura fácil: pásate así dos meses y acabarás de él hasta el gorro. Pero, cuidado, ese paréntesis no se prolonga más de 15 días. La de Jonathan es una droga que engancha.
La historia de #16 Rob es la siguiente: el protagonista jura que se cayó y se rompió un brazo siendo un niño y que se pasó varias semanas llevando una escayola, pero nadie de su familia (ni sus padres, ni su hermana) se acuerda de aquel incidente. ¿Acaso Rob se ha inventado un recuerdo? ¿O puede ser que sus padres hayan olvidado algo así?
Lo que podría quedarse como una charla recurrente en las sobremesas familiares se convierte en un episodio de cincuenta minutos en los que, peldaño a peldaño, Goldstein intentará descubrir la verdad. El desenlace importa pero, en realidad, lo que vas aprendiendo de los personajes durante el episodio y lo que ellos descubren sobre sí mismos es mucho más relevante. Es lo que suele ocurrir en Heavyweight.
¿Por qué volví? A raíz de aquella Goldsteimanía, llegué a esta entrega de Sound School que me hizo entender por qué me gusta tanto no solo este episodio sino todo el estilo Goldstein. Acostumbrada a que los podcasts estuvieran comandados por las grabaciones, aquí lo principal era la escritura, lo que Jonathan decía y cómo lo decía: su forma de narrar tan guionizada pero al mismo tiempo tan conversacional, la manera de unir voces y llamadas (su pasado produciendo Wiretap tiene mucho que ver), y lo bien que siembra algunas pistas para que, cuando florezcan más adelante en la historia, tengas esa sensación de que las cosas están cobrando sentido frente a tus ojos/oídos. Rob Rosenthal se atreve a ponerle nombre a este gesto talentoso y lo llama el Goldstein (a lo toque Lubitsch). Me volví a poner #16 Rob para confirmar precisamente si allí él también había aplicado aquel truco de magia, ¡y fue como encontrar el mapa del tesoro!
La lista Forbes, Las noches de Ortega
Sería raro que no lo conocieras, pero por si acaso: este es un programa de la Cadena Ser que se publica como podcast cada sábado y suena muy de verdad pero es ficción. En cada episodio se parodia un programa de radio que puede ser de entrevistas, de toros, radiofórmula, la emisión de una gala en directo… En cada entrega intervienen una serie de personajes (interpretados todos por el propio Juan Carlos Ortega) que son puro costumbrismo con una pizca de disparate. En este episodio, por ejemplo, Ortega habla con María Luisa Calabria, supuestamente la primera mujer española que encabeza la lista Forbes.
¿Por qué volví? Tanta gracia me hizo que he vuelto a él un par de veces más porque sé que me seguirá haciendo reír. Quizá en ocasiones cae en la tentación de estirarlo demasiado pero, con esos tics tan orales (las réplicas, los murmullos, el asentir, las coletillas…), siempre me asombra el buen oído que tiene Ortega para replicar nuestros dejes más castizos.
Y luego está el tema. Esto de ser una mujer ambiciosa, haberlo comprado todo, seguir siendo terrenal y no haber renunciado a nada. María Luisa tiene 580 petroleras, 18 compañías de aviación, 980 flotas de barcos y 320.000 joyerías repartidas por todo el mundo. Además…
Ortega: Sabemos muy poco de su vida privada, siempre ha sido muy celosa con este asunto. ¿Está usted casada? ¿Tiene hijos?
María Luisa: Tengo 28 hijos. 28 de mi primer matrimonio y 17 del segundo matrimonio. En total 45 hijos.
Ortega: Tiene 45 hijos…
María Luisa: Las cosas, si las haces, las haces. Si te pones a algo, te pones.
Ortega: Pero 45 hijos… No da tiempo.
María Luisa: Da tiempo, da tiempo. El secreto es levantarse una hora antes que los demás. Te levantas una hora antes y te pones a trabajar.
The Living Room, Love + Radio
Lo encontré en una selección de los mejores podcasts de Love + Radio y, desde entonces, este episodio ha pasado a estar en mi lista de los mejores podcasts (así, en general).
Una mujer llamada Diane cuenta la relación tan particular e íntima que ha establecido con sus vecinos. Unos años atrás, una pareja joven y extrovertida (es decir, sin cortinas) se mudó al edificio de enfrente. Su apartamento coincidía en altura y planta con el de Diane y su familia por lo que toda la vida de estos jóvenes -también sus noches y sus sesiones de sexo- quedaron al descubierto.
Hasta ahí, un relato con una chispa de envidia y voyerismo que hizo a Diane comprarse unos prismáticos para verlos mejor. Pero tras una temporada fuera de casa, la pareja regresa y Diane enseguida nota que algo ha ocurrido con el chico. Está más delgado, más débil… Está realmente enfermo. Lo que continúa es una historia de amor incondicional.
“And all this time, you know, I always had this sense that, you know, they're going to break up, they're going to move out. Nobody that age stays together very long. And I had no idea. It was just like this beautiful love story”
¿Por qué volví? Hay algo tan visual en todo lo que cuenta que parece que estés viendo una película mientras lo escuchas (seguramente La ventana indiscreta tendrá algo que ver). Recuerdo imaginarlo todo a la perfección: esa fachada con el gran ventanal, la comodidad con la que se movían aquellos dos cuerpos desnudos, la indiscreción de Diane observando desde su cocina, toda la indefensión que sobrevuela en el desenlace…
Salvo un par de preguntas que la reportera hace al final, todo el episodio se articula como un monólogo y eso hace que lo vivas del tirón, que no te parezca un relato ajeno interrumpido por preguntas o construido en bloques. Es una persona relatándote -a ti- lo que está viendo y sintiendo. Recuerdo querer escucharlo de nuevo para prestar atención a cómo se narra sin narrador, algo que siempre he querido intentar… Es frágil y bellísimo.
Unsent Letters, The 11th
Esta historia forma parte de un episodio de The 11th, un proyecto coral del que se publicaba una entrega el día 11 de cada mes. Empieza en el minuto 24:45 y trata sobre cartas que nunca fueron enviadas. 65 en total. La chica protagonista comenzó a escribirlas en agosto de 2006, cuando tenía 21 años, y en este podcast las comparte por primera vez.
En el verano de aquel año esta chica visitó una isla de Tailandia y allí conoció a un chico. Se enamoraron, ¡¡en Tailandia!!, bebieron, se drogaron, se bañaron desnudos en el mar, viajaron, conocieron gente… Y una buena mañana él ya no se volvió a despertar. Fue así de duro. Se murió a su lado, en la misma cama, sin enterarse.
A partir de entonces y durante los siguientes meses, ella comenzó a escribirle cartas para ir sobrellevando el duelo.
¿Por qué volví? Me impactó mucho su historia, ¿cómo es posible que en un mismo verano pases por lo más bonito y lo más doloroso de esta vida? Se quedó algo conmigo que me hizo buscarlo de nuevo un tiempo después.
En las siguientes escuchas me di cuenta de una cosa. En el podcast no se cuenta el relato de manera cronológica, decidieron intercalar sus recuerdos sobre esas primeras semanas en las que se iba enamorando con la lectura de esas cartas...
I landed in Hanoi and I remember walking through security or whatever, and he was standing just on the other side of these sliding doors, drinking a beer. And I was like, ‘this is just like the greatest adventure imaginable’.
“September 6th, 2006. Dear Harvey, did I tell you that I have a box of things related to you? It's a worn cardboard box I keep on the floor of my closet. Last night I added some pictures and the England World Cup rubber band we found by the pool. I also put your black polo shirt in a plastic bag so that it will keep smelling like you. So I want you. I can't have you and what I do have of you fits in a box. It doesn't even fill it. I put these letters in there to take up space. A part of me also feels like they will get to you. I may be crazy, I love you, I miss you. Forever in my heart.”
Pensé que yo habría caído en el error de adornar esas cartas (no sé, con música, con algún efecto en la voz de ella, con un separador que distinga las líneas temporales…), pero aquí precisamente lo devastador es que se pasa de un relato a otro de manera directa, sin solución de continuidad. Para mí, una forma de expresar que la vida también pueden ser así de drástica.
Una ronda de noticias y novedades
Estos días se ha celebrado la tercera edición de Estación Podcast. A mí me coincidió con un resfriado que me dejó KO dos o tres días y me perdí varias actividades que había apuntado, pero gracias al ibuprofeno sí pude participar con mis compañeros de ABC en la charla sobre Los expulsados del paraíso.
Con toda la polémica de fondo sobre los true crime y el derecho a adaptar una historia real, me ha parecido interesante este episodio de Esto ya se ha hecho, el podcast del sindicato de guionistas ALMA y DAMA donde cuentan cómo se prepara el terreno con el departamento legal de las productoras. Antes, Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo (directores de Nos vemos en otra vida) explican muy bien por qué en este proyecto desarrollaron gran parte del guion pero decidieron contar con dialoguistas en el último paso.
¿Te imaginas poner tu nombre en Spotify y que salga una canción titulada así? ¿Y que te la hayan dedicado? Es lo que le ha pasado a Brett Martin, de The New York Times. En su defensa hay que explicar que Brett no es el tipo de persona que se busca a sí mismo en internet: había participado en un podcast y quería compartir el enlace, de ahí que encontrara ese tema musical que esconde un debate interesante entre creación artística y el aséptico trabajo de algoritmo.
Si tienes una idea en mente, quizá quieras participar en este concurso de podcast de ficción y no ficción convocado por la Radio del Principado de Asturias. Hasta el 31 de mayo.
¡Cuantísimos estrenos en español en los últimos días! Relojeros, Tamayazo. El podcast, Suicidio. El dolor invisible, La Fucking Condición Humana T3, Delirios de España T2… Mucho que escuchar.
Por supuesto, si tú también tienes algún podcast al que regresas de vez en cuando, me encantará saber cuál es.
¡Hasta la próxima! 🎧
Andrea
Hola Andrea,
Me ha gustado mucho esta newsletter, justo andaba pensando en escribir algo sobre reescuchar podcasts que es algo que yo también hago y que suma un placer nuevo al placer de descubrir la historia. Me ha hecho gracia porque varios de los que mencionas, yo también los he reescuchado. Tenemos además la misma enfermedad, la Goldstein manía. The Living room es otro de mis clásicos igual que el de las cartas.
Te recomiendo Finn and the Bell, del podcast Rumblestrip. Una joya de sensibilidad que no se gasta nunca.
Por cierto, el otro día intenté llegar a la presentación de Expulsados del paraíso....y no me dejaron entrar!!