“¿Alguna vez os han hablado del portador de sentido? ¿No? ¿Nadie sabe lo que es?”
Mi profesor de teatro todavía piensa que sabemos algo de técnica de interpretación. Solo han pasado tres clases y aún no se ha dado cuenta de que somos un grupillo de aficionados que cada miércoles por la noche llegamos a esa sala con ganas de dejar el mundo fuera y hacer que somos otros. Yo le sigo el rollo cuando habla de subtexto, cuando detiene el bullicio en las improvisaciones porque el silencio siempre expresa el doble, y cuando nos sugiere aguantar la bomba, ese secreto que solo conoce un personaje y que está a punto de soltar. Hasta ahí sé a qué se refiere, pero no, nunca había oído hablar del portador de sentido.
Resulta que es una técnica de expresión oral por la que se enfatiza una palabra más que otra. Se coloca el acento para darle una intención a la frase y que no sea lo mismo anunciar “Esta es la última vez” que advertir “Esta es la última vez”. Más allá de eso, el portador de sentido es pura semiótica y nos lleva directos a la relación entre signos y a la creación de significado. Es decir, “algo significa algo para alguien”.
Lee otra vez la frase para que no te pierdas lo infinito de esta simpleza:
“Algo significa algo para alguien”.
El jueves pasado acudí al preestreno de La bala mágica, la última ficción sonora de Summer Story. Frente a los cines Callao estaba extendida una alfombra roja, en la pantalla de la plaza se mostraba la imagen promocional y al entrar al edificio me dieron un cubilete de patatas fritas y un flyer. La sala estaba llena. Me senté en una de las filas de atrás y pronto aparecieron los actores desfilando hacia el escenario. Lo que parecía un estreno de cine se convirtió en algo más familiar cuando rápidamente reconocí una voz, la de Álvaro de Cózar. Él, como director y coguionista de la historia, fue el primero en hablar.
Creo que la suya es una de las voces más reconocibles del pódcast en español, y con eso me refiero a su timbre pero también a su estilo y a su confianza en el poder del audio. Entre V, las cloacas del Estado (2016) y Hechos Reales (2024) hay una decena de pódcast narrativos que retratan la España de alcantarilla, la de los palacios reales y la de las urbanizaciones privadas. Muchos de ellos, la mayoría, están narrados por él mismo. El jueves, en cambio, en ese escenario de los cines Callao, Álvaro hablaba como director de una ficción, como director de actores… ¿Qué vínculo puede haber entre la no ficción y lo actoral? ¿Está la narración de un pódcast más cerca de la locución o de la interpretación? ¿Cómo se expresan esas intenciones o matices cuando se está describiendo algo que sí ocurrió?
Tal vez porque mi pequeño aprendizaje en clase de teatro precedió al estreno de La bala mágica, ese jueves de vuelta a casa imaginé una entrevista que titularía ‘el portador de sentido’. Intuía también que si íbamos a hablar de la voz, esta tendría que sonar por algún lado… A lo largo del texto te encontrarás distintos reproductores con breves extractos. Si me estás leyendo en tu bandeja de entrada, seguramente al darle al play seas redirigido a la web de Substack. Quédate ahí, merece la pena escuchar a Álvaro de Cózar.
Esto es el inicio de V, las cloacas del Estado, tu primer pódcast. Hasta ese momento, 2016, te habías dedicado al periodismo escrito… ¿Cómo recuerdas la experiencia de sentarte frente al micrófono?
Fue rara. Ahí tuve mucha ayuda de Toni Garrido, que era el productor del pódcast y que maneja como Dios la voz, y de Yago Mendivil, el diseñador de sonido. Tuvimos que encontrar cuál era el tono, decidir a qué distancia me coloco yo de la historia. Lo tenía muy claro en el texto, pero no tanto en la voz porque, claro, no lo había hecho nunca.
Recuerdo que hice una primera narración y estaba bien, pero por las dudas quise hacer otra prueba y ahí intenté ser, no sé cómo decirlo, más actoral. Intentaba interpretar lo que se veía en el texto: las dudas, los giros… Toni me dijo “No hagas eso, vuelve al primer registro, vas a estar muy obsesionado con ese nivel de adorno, pero lo único que importa es la historia”. Entonces descartamos esa segunda prueba y regresamos al primer tono. Poco a poco fui cogiendo ese camino y ya no lo solté. Ahora lo escucho y me hace gracia, no es el más estiloso y tengo una voz de novato, pero me resulta algo fresco.
En los últimos años se han estrenado en España muchos pódcast narrativos y cada vez más hablamos de guion, escaletas, estructuras… Pero siento que se habla poco del narrador y de narrar. ¿Qué importancia le das tú a esa figura y a ese verbo?
Toda. En el audio el narrador es como la cámara en el cine. Le dice al oyente lo que se ve, dónde estamos, cuál es el plano. Pero es que, además, solo a través de la voz física podemos conseguir otro tipo de voz, la metafórica, el estilo. Yo creo que tengo un estilo, aunque no me he ido dando cuenta de ello. Lo he encontrado a base de narrar a lo largo de todos estos años: ver dónde estaba más cómodo, cuáles eran mis ritmos, mis pausas, los espacios que le daba al oyente, cuándo tenía que ir más deprisa, cuándo tenía que ir más lento. Creo que eso es pura práctica, es muy difícil de transmitir. No vale decir “Haz una pausa aquí”, porque quizá esa no es mi pausa, es la tuya.
Piensa que yo estudié la carrera de Filología Hispánica, así que he leído mucha literatura española. Tuve un profesor que nos decía “leed en voz alta, es la forma en la que vais a encontrar el ritmo de la lectura y eso luego os ayudará a escribir”.
¿Cuál crees que es tu estilo, cómo lo definirías?
Nunca he pensado en cuál es mi estilo como narrador, pero creo que todo parte de la escritura. En ese sentido, sí sé que en TrueStory procuramos ser sobrios. Siempre que nos vamos a meter en un jardín de palabras, rectificamos para contarlo de manera más sencilla. Intentamos que el estilo no sea vulgar pero sí coloquial, directo. Es como si yo te contara las cosas en una cafetería, la idea es que estemos ahí, presentes.
Ahora recuerdo una conversación recurrente que tengo con Ana Ribera, ella me pregunta por qué solemos narrar nuestros pódcast en presente. Me siento más cómodo con ese tiempo verbal y la razón de que me sienta más cómodo es porque yo cuento las historias así cuando estoy en el bar. Para mí, el pasado simple tiene algo literario, de novela detectivesca. Todo ha transcurrido ya y tú sabes que ya ha transcurrido. Antes te decía que el narrador es como una cámara, pues los guiones de cine se escriben en presente: “Exterior día. Aparece un señor”.
Bueno, siempre se ha dicho que en el cine todo ocurre en presente, incluso los flashbacks.
Tal cual. Sucede también con las anécdotas, con los chistes. “Van dos y…”. Pero no siempre lo hacemos así. Cuando de pronto colocamos a Eva Lamarca en un lugar como el de Nuestra guerra, estamos contando su punto de vista, lo que le pasó a ella, y lo cuenta en pasado. Cuando yo intervengo, no soy yo, es el narrador, la voz. Por eso me ayuda el presente.
¿Qué es lo que te gusta y lo que te espanta de los narradores de pódcast? ¿Tienes algún referente?
En 2016 ya tenía la historia sobre Villarejo pero no sabía cómo podía contarla. Creo recordar que fue ese verano cuando escuché Serial y me quedé como “guau, ¿esto qué es?”. De no haberlo escuchado, no estaría haciendo pódcast. Entonces supongo que ella, la narradora, Sarah Koenig, fue el primer referente, el que más se me ha quedado. Está ahí siempre, pero no molesta nada. Te va llevando de la mano y es muy cercana, da muchos detalles y su voz tiene mucho color. Te puede meter en una escena muy coloquial o en una muy emocionante, y, de pronto, estar en otro sitio, uno lleno de detalles detectivescos que molan.
Como oyente, me molesta el narrador que es muy enfático o que tiene la primera persona demasiado presente. “YO te voy a contar esto”. Salvo que esa historia le haya pasado a él y entonces ese yo cobra todo el sentido. Pero eso es algo que ya me molesta desde el guion, en el texto se nota cuando la voz va a estar distorsionada por un exceso de palabras.
Lo que me pasa muchas veces con los narradores es que los periodistas queremos contarlo todo: “Y ahora esto y luego lo otro, simplemente porque lo tengo y ya está. Pero es que, además, tengo esta cosa que es muy interesante, que me han contado también…”. No. Una historia cuenta una sola cosa y todo lo que no sea esa cosa va fuera, por muy maravillosa que sea. No abramos puertas que luego no vamos a poder cerrar...
Cuando entro en una cabina de locución la frase que más me suelo repetir es “más lento, más lento”. Siempre me estoy peleando con la velocidad... ¿Qué es eso en lo que tú tienes puesto el foco cuando vas a narrar?
A mí no me preocupa tanto la velocidad como la monotonía. A veces me pasa que estoy leyendo un texto y, de pronto, me canso. Digo “puf, ya no estoy disfrutando este texto, lo estoy leyendo”. Esa especie de alerta sobre la monotonía me sirve para cortar. Normalmente no es solo cuestión de que yo lo esté haciendo mal, sino de que hay algo en el texto que me está aburriendo, que no me funciona.
Es curioso porque antes hablabas del narrador como la cámara y creo que también lo podemos imaginar como un pintor: frente a nosotros tenemos un lienzo en blanco en el que esa voz va dibujando lo que está ocurriendo, describiendo la acción para que nosotros la podamos ver. Y eso puede ser el fiscal Stampa yendo a trabajar o Juan Carlos I confundiéndose al leer un discurso. Tus narraciones entran muy bien en la acción con los personajes, en ese mismo espacio...
Sí que hay una búsqueda de la misma tonalidad para que narrador y personajes no estén en niveles distintos, pero también contamos con los recursos que tiene el audio. Pensando en el ejemplo que me pones, si tú bajas la voz del rey, la dejas en segundo plano y yo como narrador me meto ahí, el oyente percibe que estoy entrando en la cabeza de ese hombre, te lo imaginas casi mareado. Y otra cosa que para mí es básica es la música. Te ayuda a segmentar cada escena y a que podamos incluir a varios personajes en una misma acción.
Hablemos de cómo dirigirse al oyente. En XRey y en Los Papeles hay momentos donde el narrador le habla de usted. Sin embargo, en El país de los demonios ya hay más complicidad y le trata de tú. ¿Cuándo el narrador ha cogido esas confianzas?
Supongo que el tiempo ha hecho que cojamos esas confianzas. De alguna forma, es como si ya conociéramos al oyente, aunque no nos conozcamos. Y a lo mejor el tema de XRey llevaba un poco a eso. No es un “Os voy a contar la historia a vosotros, los españoles” sino “Les voy a contar la historia a ustedes, los españoles. Voy a contar la historia de nuestro Rey”. Ahí nos colocamos en otro plano.
Yo vengo de una educación en la que era esencial usar el usted y más cuando te diriges a alguien a quien no conoces, en este caso a los oyentes. Y, sin embargo, los tiempos han cambiado. A algunas las generaciones el usted casi que les rechina y tutear nos hace más cercanos, parece más coloquial.
¿Y qué pasa cuando se narra sin narrador? Lo hicisteis en Máster, un pódcast sobre la investigación en torno a Cristina Cifuentes y la falsificación de su máster…
Los protagonistas de ese pódcast ya son narradores habitualmente, es decir, son periodistas, saben contar historias y la que nos iban a contar, además, les había pasado a ellos. “¿Para qué vamos nosotros a meternos aquí si ya Raquel Ejerique es la que lo está contando?”, eso fue lo que pensamos. Lo único que necesitábamos eran recursos para hilar aquellos momentos en los que Raquel no estaba en la acción o no podía contar lo que hizo otra persona. En alguna ocasión sí le pedimos que acabara una frase dando pie a tal acción: “Fue entonces cuando me reuní con Fulano”, por ejemplo, y así nos asegurábamos una presentación más orgánica.
Por otro lado, los periodistas de este caso habían salido tanto en los medios que teníamos muchos recursos de noticias y programas de televisión en los que apoyarnos. Por todo eso vimos que podíamos quitar de en medio al narrador más clásico. Fue todo un reto pero me gustó mucho hacerlo.
Hablemos ya de La bala mágica. Habéis reunido a un gran elenco: Irene Escolar, Silvia Abascal, Roberto Álamo, Antonio Gil, Carlos Peguer… En ficciones sonoras como esta, ¿se hace un casting de voces?
En este caso queríamos que los actores fueran muy buenos, que fueran reconocidos, sí, pero también por su talento. Luego hay muchas más voces que son de gente no tan conocida y para escogerlas sí se hace una especie de casting. Hoy en día la tecnología te permite hacerlo a distancia y te mandan esas voces. Entre ellas vas buscando cuál le pega más al personaje del novio, al del hacker…
¿Los actores profesionales aciertan con el tono a la primera o qué has tenido que pedir, balancear?
Para mí La bala mágica destaca por la naturalidad de los actores. Yo no les he dirigido nada, lo único que he hecho es darles el texto, decirles cómo me gustaría que sonara y cómo era cada personaje. Y ya está. Entonces ellos me sugerían: “Si quieres que suene de esa forma, yo quitaría esta palabrita de aquí, lo haría un poquito más mío, interrumpiría un poco más...”.
Tiene mucho que ver con lo que hablábamos del narrador: cómo ellos conocen su voz y su estilo, cómo dan matices a todo lo que lo que van diciendo... Son además muy rigurosos. A la tercera toma yo les decía que ya la teníamos —las tres estaban bien— y ellos me preguntaban si podíamos hacer una más. Ayuda obviamente que lo hagan juntos, es decir, que los actores de una misma escena graben a la vez y en el mismo sitio.
La historia te puede gustar más o menos, pero el grado de vocación que te dan las palabras y el audio de este pódcast son indiscutibles. Creo que hemos conseguido algo de lo que me siento orgulloso.
¿Qué has aprendido en este proceso de dirigir actores?
He aprendido dónde estaría yo si hago esto más veces. Yo no había hablado con actores en mi vida, nunca les había tenido que dirigir ni hablar sobre su trabajo, con lo cual estaba un poco perdido. Ahora que ya lo he hecho dos veces [contando con Delete], te diría que si no eres actor y no conoces ese lenguaje, entonces es mejor que no hables demasiado. Al final, un director es alguien que tiene que comunicar muy bien qué es lo que quiere.
Lo que sí puedes hacer es pedir más o menos intensidad. Mira, últimamente mi algoritmo me manda muchas cosas sobre dirección de actores, supongo que por las búsquedas que habré hecho. Hay un vídeo por ahí en el que Gary Oldman explica una anécdota del rodaje de Batman. Por lo visto, Christopher Nolan se le acercó y le dio una única indicación: “There’s more at stake” (“Hay más en juego”). Solo con esas palabras, Oldman entendió que tenía que subir la intensidad, el volumen de la interpretación. Bueno, son claves que yo no había manejado nunca y que me han parecido muy interesantes. Estar ahí y aprender de ellos. Para la próxima intentaré ser lo más preciso que pueda y dejar que mejoren el texto porque siempre lo hacen.
Cuando yo pienso en los pódcast de TrueStory, te oigo a ti… ¿Puede la voz ser una marca, un sello?
En TrueStory todo lo que hacemos lo hemos ido dotando de credibilidad. Nos basamos en los cimientos del periodismo para que lo que salga de ahí sea incontestable. Supongo que la voz se ha ido empastando con eso y entonces puede ser que tenga un cierto sello de historias reales y entretenidas. En ellas una marca puede identificar valores como la verdad, la credibilidad, el entretenimiento, la narrativa… y puede decir “Esto me interesa”. Algunas historias le atraerán, otras, como El país de los demonios, seguramente no. Pero en eso estamos, en que las marcas vean el potencial que tiene el sello Hechos Reales.
Al final, a base de hacerlo tanto, hemos ido adquiriendo un estilo, uno que, digamos, está expresado a través de mi voz, pero somos un equipo. Desde el diseño hasta la producción, todo es una discusión permanente sobre cómo se puede contar esa historia de la mejor manera.
En una entrevista de 2016 en Vozpópuli, a raíz de V, las cloacas del Estado, te preguntaban si veías posible que algún medio se interesara por este tipo de formatos para hacer periodismo. Tú respondías: “Aquí el tema será si da pasta”. Ocho años después, ¿seguimos igual?
Seguimos en la búsqueda de que sea sostenible en el tiempo, es decir, que sea un modelo de negocio. El modelo de negocio está cuando tú tienes unos oyentes que aguantan. Eso puede ser porque la publicidad conoce la audiencia que tienes o porque la audiencia es la que paga la fiesta. No hay más modelos... Lo que nosotros hemos tenido es el sostén financiero de dos productoras de cine que han visto en el audio una forma de testar historias, pero, claro, ese otro modelo es lento. Pueden pasar varios años antes de poder ver una de estas historias adaptadas.
Yo creo que sí va a ser sostenible, pero depende de la audiencia que tengamos detrás y de los formatos que usemos. Imagina: a lo mejor no tienes que dar todo Hechos Reales en abierto, a lo mejor has hecho una serie y puedes dar en cerrado varios capítulos y el oyente paga el resto si los quiere escuchar. Si los métodos de pago son fáciles y no es excesivamente caro, yo creo que funcionaría. Bien es cierto que puede haber un problema tecnológico a la hora de salirse de la plataforma, irte a otra web, meter los datos de tu tarjeta, etc. Pero ahora mismo con las plataformas que existen, donde la gente ya paga y tú no recibes nada, la ecuación no nos sirve.
Y mientras tanto, ¿merece la pena aguantar la incertidumbre?
Sí, por supuesto, porque ya nos ha dado el suficiente dinero como para aguantarla y porque hay algo bonito en todo esto. Cuando tú estás en un océano azul, que se dice en economía, ahí no hay nadie, puedes navegar y probar. Hace poco, por ejemplo, tradujimos la voz de algunos episodios de Hechos Reales al inglés y al francés con Inteligencia Artificial. Yo no sé si eso sirve para algo, no sé si lo repetiremos más veces, pero hacerlo ya es divertido. Al final tener una empresa es ir probando cosas siempre que tengas la capacidad para no arruinarte mientras las hagas.
A mí me gustaría encontrar el modelo de negocio porque me encantaría que más gente se sumara. Me gustaría que Hechos Reales fuera el lugar de las narraciones en español, que los autores sintieran que es su casa.
La última pregunta ya: ¿alguna vez te has parado a pensar dónde estarías si no hubieras escuchado Serial aquel verano?
Pues no lo he pensado nunca… Por aquella época estaba en El Confidencial, así que a lo mejor hubiera escrito un libro que no habría leído nadie. Aunque ahora que me lo preguntas… Probablemente no estaría en el periodismo. Todo esto me ha llevado a un sitio en el que, sin ser tampoco el periodismo, todavía puedo seguir contando historias de una forma parecida a como lo hacía antes. En esos años, en 2016, yo ya vi que no quería estar más en las redacciones, que durante ese tiempo me lo había pasado muy bien, pero que se había acabado para mí.
Ronda de recomendaciones
El 10 de octubre iba a ser un jueves más cuando a las 11 horas y 27 minutos Rafael Nadal anunció que se retiraba. Y a partir de entonces no existió nada más. Al menos, en la redacción en la que yo trabajo. Me acordé de You Had To Be There, un pódcast que repasa momentos icónicos de la historia reciente, y en este episodio en concreto: a la periodista le dan 48 horas para encontrar a una persona que viviera en directo, en la pista, la final de Wimbledon de 2008 que enfrentó a Federer (“un señor limpio”) y a Nadal (“un tipo con grandes músculos que tiene la costumbre de recogerse el calzoncillo entre puntos”). El pódcast podría tener más ritmo, pero siempre me puede la curiosidad por saber qué nuevo reto le ponen a la productora en el siguiente episodio.
En Critics at Large han estrenado una nueva sección en la que los oyentes pueden enviar sus dudas o dilemas culturales. Yo, después de haber visto Los destellos y La habitación de al lado en un mismo fin de semana, me pregunto si a través del cine estamos cuidando todo lo que no pudimos cuidar en la pandemia…
Mis compañeros de Vocento han estrenado la sexta temporada de Fuera del Radar. Aún recuerdo cuando grabamos varias voces de referencia para el episodio piloto, ¡y ahora ya hay más de 50 historias! El 01x6 es la historia de un reencuentro muy especial.
Estoy escuchando con atención a los jóvenes que hablan en Magobio, un pódcast hecho desde la Universitat Politecnica de Valencia en el que cuentan cómo viven a su edad los problemas de salud mental. Por aquí se explica más sobre el proyecto.
¡Y podemos respirar tranquilos! Jonathan Goldstein todavía existe.
Hasta la próxima,
Andrea
Qué temazo la narración!! Como oyente, escuchar un buen narrador o mal narrador ha hecho que al minuto abandone un podcast o al contrario, lo escuche de un tirón.
Me gusta que Álvaro hable que no le gusta el narrador que enfatiza mucho su papel "Yo te voy a contar"...porque como oyente es algo que me disgusta -y mucho-, tal vez porque siento que la persona que narra siente que el/ella está por encima de la historia y eso es un indicador de un ego enorme.