El GPS y Relojeros | Entrevista a Javier Gómez Santander
Cómo señalizar el tráfico narrativo para llegar sanos y salvos al final de una historia
A los 100 metros gire a la izquierda / Continúe por este carril durante tres kilómetros / En la próxima rotonda coja la segunda salida… Este es el tipo de instrucciones que nos da cualquier GPS para que lleguemos a nuestro destino y, aunque parezca un poco raro, también los podcasts narrativos incluyen indicaciones similares pero de manera más sutil. El objetivo es que no nos perdamos durante el trayecto.
Desde hace un tiempo, mientras escucho una historia, me gusta prestar atención a estas señales que además pueden adquirir distinta forma: las podemos imaginar como miguitas de pan que deja el guionista, como alertas que desliza el diseñador de sonido o directamente como letreros luminosos que el narrador se encarga de recordar de vez en cuando para no despistarnos del todo...
Hay dos podcasts recientes que, siendo muy distintos entre sí, comparten el reto de exponer temas complicados. Podríamos decir que mientras que uno de ellos hace un viaje en el tiempo, el otro lo hace por el espacio; mientras que uno taladra hacia el suelo, el otro hace un barrido horizontal. Me parecía interesante conocer cómo había sido el proceso de escritura teniendo en cuenta que ambos debían mantener el GPS encendido en todo momento.
Decidí entrevistar a sus creadores y contacté con ellos. Resulta que los tres casualmente proceden de la radio y que esta había sido la primera vez que hacían un podcast narrativo. Vistas las coincidencias, les hice algunas preguntas con la idea de editar las entrevistas unidas, pero, oh sorpresa, las charlas me han parecido muy interesantes. Quién iba a imaginarlo, ¿verdad?! Como no escribo una newsletter para tener que sacrificar respuestas ni respetar extensiones, hoy hablaré de Relojeros y en la próxima entrega publicaré la otra entrevista. Tic tac, tic tac.
Relojeros habla de ladrones, pero no de unos cualquiera. Estos son capaces de sustraer un reloj de muñeca en menos de cinco segundos para luego, con suerte, revenderlo en el mercado negro. A lo largo de seis episodios, en este podcast se nos explica por qué roban estas bandas, cómo se entrenan y de qué manera se organizan a escala mundial. En ese vaivén entre países y personajes entran en juego las señales, subrayados y recordatorios imprescindibles para no perdernos: [Música de ranchera] Eso es, estamos en México / Volveremos más tarde sobre el reloj de Recoleta / …para contratar al mejor detective de relojes del mundo. Sí, detective de relojes.
Javier Gómez Santander ha escrito Relojeros junto al periodista argentino Nahuel Gallotta. En un momento de la entrevista, Javier dice que con este proyecto quería meterle “un meneo” a cierta narrativa sonora y creo que eso también se nota en sus respuestas. Puede que te guste más o menos su propuesta, pero creo que siempre viene bien que alguien intente agitar las cosas para que la corriente se active…
Cuando os acercasteis a esta idea de los ladrones de relojes, ¿qué fue lo que os llevó a pensar “esto tiene un podcast”?
Pues yo tenía ganas de hacer radio porque empecé ahí y me parecía muy sugerente volver a tener esa libertad absoluta. La tele es un aburrimiento porque requiere mucho despliegue: cámaras, gente, equipo… Al final en el audio, eres tú con una grabadora recorriendo el mundo. Piensa que si optas por hacer un documental, además de necesitar mucha más producción, la mayor parte de tus personajes no se te van a poner delante de la cámara, algo que, por otro lado, hubiera sido más lucrativo, pero hubiéramos tenido que contar la historia de forma mucho peor y con menos verdad.
Y luego están los personajes. Íbamos a contar algo de lo que nadie sabía nada. Cada vez que lo mencionaba en una comida y contaba cuatro cosas, veía que el tema despertaba mucho interés.
Viajáis de Buenos Aires a Marbella, Ciudad de México, Bogotá… Es un viaje continuo, casi lo podríamos definir como un puente aéreo non stop. ¿Cuándo decidisteis que esta historia no debía tener fronteras?
Una de las cosas que más me atrajeron es que se trataba de una historia que naturalmente se asentaba en todo nuestro idioma. Y ese es el máximo al que podemos optar. Yo no creo en colocar las historias de forma forzada en muchos países para ver si te entra gente, porque eso no funciona, pero aquí la realidad que se daba era transnacional. De hecho, el podcast está viajando muy bien por los distintos países de Latinoamérica.
Para organizar esos trayectos se necesitan señales o puntos luminosos. ¿En qué recursos os habéis apoyado para guiar al oyente?
Ese es el gran reto que tenía Relojeros. Yo me suelo aburrir mucho escuchando podcasts porque veo que detrás hay muy poco trabajo narrativo. No vale con tener a una persona interesante y ponerla a cascar 40 minutos. No, lo siento mucho, hay que hacer más cosas.
Muchas de las entrevistas que hicimos aguantarían una hora y a lo mejor en el podcast esas personas hablan durante dos minutos. ¿Por qué? Porque hay una construcción narrativa y una intención. Siempre tienes que tener una tesis y esa es la que mandará. Por ejemplo, hay un capítulo que versa sobre la idea de que nada de esto es racional y en esa idea caben los tipos que coleccionan relojes y también los tipos que los roban. Eso me daba herramientas para ir rompiéndole el paso y cambiar las emociones todo el tiempo.
Me preocupa muchísimo la estructura, pero también que sea invisible, que sea un flujo. Normalmente cuando tú escribes en un ordenador, luego vas y te sobra la mitad. Cuando trabajaba en la tele y en la radio, para mí lo que se escribía en un ordenador ya nacía muerto. No creo que se puedan montar buenos discursos con los entrecomillados. Para mí, eso es vagancia y la vagancia es la gran asesina de las estructuras narrativas.
El ritmo audiovisual (de series, películas, redes sociales…) es muy acelerado. ¿Puede el audio acercarse a esa velocidad?
A mí me interesa mucho la velocidad, pero no TikTok. Pienso que manejar el ritmo interno de un podcast -o de cualquier narración- no es necesariamente ir rápido. Sí que creo que hay que combatir lo aburrido. A lo mejor Relojeros peca de ir muy deprisa, pero a mí me apetecía meter un meneo porque creo que se pueden hacer las cosas más rápido.
No creo que se esté descubriendo nada ni que el audio sea un territorio ni siquiera de experimentación. A veces veo narraciones súper poco arriesgadas. De hecho, tiendo a ver cosas muy convencionales, cuando en realidad, por el coste que tiene, el audio es el territorio en el que se debería experimentar más. Había muchas cosas que veía en podcasts que tenía claro que yo no quería hacer.
¿Por ejemplo?
Este gusto por la lentitud o por la pequeñez. Yo quería hacer algo muy ambicioso, que se pudiera pelear en términos de entretenimiento con cualquiera. Buscaba hacer algo que sedujera al espectador que no quiere escucharme, que te pille un momento y te lo tengas que terminar, como cuando abres una bolsa de gominolas.
También me apetecía entrar con un código diferente, quería poder visualizarlo todo. Tenía claro que no íbamos a apostar por ese tipo de periodismo que ejerce de portavoz de la policía ni hacer un juicio a los ladrones. Ocean's Eleven, por ejemplo, se acerca desde los ladrones y no se pone a pensar mucho en la moral.
Ahora que mencionas esta película, ¿cuánto de ficción -en el planteamiento, en los recursos- tiene Relojeros y cuánto de periodismo?
Para mí todo es muy parecido a la hora de las estructuras. O sea, no creo que en Relojeros haya algo que no hiciese hace 20 años, cuando trabajaba en La Ser. De hecho, antes estaba más en forma con el audio... Lo que no tenía entonces y ahora sí es la posibilidad de viajar por un huevo de países para hacer entrevistas que hace 20 años las hubiera tenido que resolver por teléfono. Y eso siempre es peor.
La estructura es una sensación en la que cabalgas, es un diapasón interno que tienes a la hora de hacer prosa, a la hora de escribir un reportaje para un periódico, a la hora de escribir una serie, una película o un audio. Luego cada uno tendrá sus particularidades, pero al final todo esto es muy poco racional, mandan las emociones.
Tú trabajaste como jefe de guionistas en La Casa de Papel, una serie que revolucionó el mundo de las plataformas. Relojeros se ha estrenado de una sentada, un poco a lo binge listening, para escucharlo en modo maratón. ¿Crees que el mundo del audio también va a tener sus éxitos mundiales?
Claro, claro. Yo no me levanté de la cama para otra cosa, ¡lo que pasa es que lo normal es fracasar! Si puedo escoger que lo escuchen 100 millones de personas, no voy a quedarme en 10.000. Hay que tener en cuenta que compites con podcasts que llevan publicándose desde hace mucho tiempo y que tienen el engagement del arrastre.
Insistí mucho en que yo no quería hacer un estreno semanal porque buscaba hacer un podcast al que dar play en el primer capítulo y que ya nadie pudiera parar. Estoy seguro de que llegará un audio que lo reviente a un nivel que trascienda los límites, un podcast que de verdad genere una conversación más allá de los límites de la comunidad fiel de oyentes.
Has estado años dedicado a la ficción. ¿Por qué dejaste el periodismo?
Llevaba dirigiendo programas de La Sexta desde los 28 años. Eso tiene una exigencia física y de salud muy fuerte. Llegué a tener la sensación de que en el periodismo ya había hecho casi todo lo que quería hacer... Entonces apareció un nuevo oficio, la ficción, y tuve la posibilidad de incorporarme. Esa sensación es inigualable. Si se tiene la ocasión, creo que está bien cambiar de oficio cada quince o diez años.
Ahora en parte lo has vuelto a hacer al crear tu propia productora, La Pegaso, ¿una compañía transmedia?
Tengo proyectos de películas y de series, pero para comenzar quería algo más rápido y además quería trabajar con Nahuel Gallotta, que es un periodista que me gusta mucho. En aquel momento la gente de Sonora estaba haciendo podcasts y me animé. En ese arranque me vino muy bien porque el audio es muy versátil, muy cómodo, generas una IP, todo este rollo… No sé, ¡al final quizá termine habiendo más IPs que realidades!
Podcast aquí y podcast allá
Siempre que escucho Fresh Air me imagino al representante de turno contándole al futuro invitado que Terry Gross quiere llevarle al podcast: “Vete mentalizándote de que te va a hacer llorar”. Fijo que tiene que ser algo así. Hace unos días entrevistó a Hannah Einbinder, una de las actrices de Hacks que acaba de estrenar su especial de comedia, y por supuesto la pobre muchacha terminó emocionándose al recordar algunos momentos de su infancia. La entrevista es del tirón, sin grandes ediciones, pero en ese momento de lagrimeo Terry decidió irse a la pausa para dejar que la actriz se recompusiera. Me gustó ese detalle.
Durante la pandemia me aficioné a Longform: charlas tranquilas con personas relacionadas con la literatura (escritores, periodistas, guionistas, podcasters…). Por algún motivo que no recuerdo poco después lo dejé de lado y ahora que llevaba varios del tirón justo han anunciado que el podcast termina. Han sido 12 años, así que entiendo que necesiten cambiar de aires. Uno bueno de esta última etapa: PJ Vogt, del podcast Search Engine.
Estoy empezando a escuchar Animal, uno de los nuevos títulos de The New York Times. En el primer episodio, que sirve como prólogo, Sam Anderson cuenta la historia de un hámster que se cuela por un agujero de su casa. Estoy segura de que Javier Gómez Santander se refiere a algo así con eso de la lentitud y la pequeñez, pero a mí sencillamente me encantó. Lo sé, lo sé, ¡un hámster! En realidad la historia va de muchas otras cosas y a algunas cuesta ponerles nombre. El hámster sí que lo tiene y se llama Mango. Te lo recomiendo.
Nos vemos en quince días,
Andrea 🎧